Toda persona que se nos va de esta vida deja un hueco y todas son sentidas. No obstante, este año 2024 está siendo especialmente duro en Caleruega porque se están yendo personas que habían dejado poso. Quizá por su carácter u oficio más público en el pueblo, dejan, al menos en la memoria de los que ya hemos superado el medio siglo de vida, un vacío en el propio pueblo. Son personas muy ligadas a la historia reciente, a la ideosincrasia y alma de Caleruega. Al dejarnos hacen que el pueblo se quede un tanto más huérfano y vacío (a pesar de que haya mucho bullicio y acuda mucha gente ahora en verano).
Sin ánimo de restar valor a nadie que no aparezca en este texto me gustaría hacer notar las ausencias de Adelino Bravo (el Adelino) que nos dejó a principios de año. Recordamos siempre su faceta en el bar de La Plaza en la década de los 70 a 90 y que desde hace años continúa su hija Esther. De carácter fuerte, siempre pendiente de su bar y de todo lo que sucedía en el pueblo. Una referencia siempre que se pensaba en la plaza de Caleruega. En la misma localización recordamos a Felicísimo, lego de los dominicos (para los que nos preguntaban de niño qué significaba ser "lego"). Siempre amable, siempre por la portería del convento con varias generaciones de porteros y muy cercano al bar La Plaza donde cada tarde de invierno le podíamos ver echando una partida animosamente con los vecinos. No podemos dejar el convento sin recordar este año al P. Arsenio, gran predicador, prior durante diversos periodos del convento y siempre queriendo mucho a Caleruega donde siempre quiso ser enterrado, y, como no, al P. Basilio: qué decir que no se haya dicho ya. Un hombre santo, una gran persona y padre espiritual de todos los caleroganos que nos ha dejado de forma sencilla, como siempre fue él, y que todos sentimos su ausencia y presencia en el día a día.
También me viene a la memoria el adiós que dimos al Quique, otro activo personaje calerogano desde sus tiempos como fontanero, como juez de paz en diversas legislaturas, siempre animoso y alguien que podías encontrar en los últimos años o yendo a su nave para cuidar de los perros o en las terrazas con animada conversación por las tardes por muy invierno que fuese en el pueblo. También, un cariñoso recuerdo a Carmen "la Rubia", que nos dejó hace pocos días. Regentando su tienda durante muchos años, con el cartel que rezaba "Alimentación Mari Carmen", siempre atenta a poder ayudarte en la preparación de los diversos eventos. Todos lo que hemos tenido peña, los que hemos hechos meriendas, hemos sido quintos en los 80, 90, 2000 o en cualquier otro acto del pueblo y del día a día... siempre ha sido el auxilio para todo el mundo el "ir donde la Rubia".
La vida y el pueblo siguen pero seguro que algo cambiado cuando se van personas que dejan huella en el pensamiento colectivo del mismo. Que vaya por delante este pequeño recuerdo para... los que se van.